Los aficionados al póquer han transmitido de boca en boca muchas leyendas e historias relacionadas con esta gran cultura a lo largo de los años. Algunas historias son dignas de ser la base de un guión para una serie dramática.
Un hombre rico llegó a Las Vegas en 2001 con el objetivo de acumular capital. En ese momento, tenía seis meses de experiencia en Hold’em en su haber. Beale podía permitirse sentarse en la misma mesa que jugadores de póquer estrella como Doyle Brunson y Seep Reese, con ciegas de 2.000 a 200.000 euros.
El inexperto banquero primero quebró a sus oponentes por 500.000 euros, pero luego los quemó a ellos y a parte de su bankroll. Este fracaso fue suficiente para que durara cinco años.
El regreso de Beale a la capital de los casinos se produjo en 2006 con ciegas de entre 200.000 y 400.000 euros. El primer día le reportó a Beale 13.600.000 euros. Una semana más tarde jugó contra Phil Ivey, quien le quitó todo su dinero en tres días. El perdedor no volvió a expresar su deseo de jugar al póquer en Las Vegas, pero consiguió hacer una fortuna de miles de millones.
La historia comenzó cuando el jugador profesional de póquer Benny Binnion propuso hacer una apuesta de 10.000 euros y jugar hasta que alguien se arruinara. El reto fue aceptado por Johnny Moss y Nick el Griego. La partida más larga tuvo lugar en 1949 y duró cinco meses. El partido fue dinámico y emocionante para los espectadores y los aficionados. Los concursantes subían regularmente las ciegas en un intento de financiar a su oponente, pero los resultados fluctuaban constantemente.
Al final, Moss ganó: la friolera de 2.000.000 de euros. Sorprendentemente, su oponente no mostró su dolor.
El 37º Presidente de los Estados Unidos no sólo fue famoso por su escandaloso carácter, sino que también se convirtió en un modelo para muchos jugadores de póquer. El juego le ayudó a ganar cerca de cien mil dólares durante su estancia en la Marina, con un sueldo mensual de 150 euros.
A pesar de su apetito por el riesgo, el joven Richard sabía controlar sus impulsos con un juego medido y juicioso, anticipando las jugadas de sus adversarios y faroleando con habilidad.
Incluso la autobiografía de Nixon contiene valiosos consejos sobre el juego del póquer. Ah, gastó sus primeras ganancias en su campaña presidencial.
Wild Bill de Illinois sigue siendo una leyenda del póker. El comercio de esclavos y la guerra civil en su país en el siglo XIX hicieron que el joven se dedicara a las armas. Pronto empezó a beber, apostar y disparar a sus enemigos.
Un día Bill estaba jugando al póquer contra Jack McCall en el salón. A este último se le acabó la suerte, pero el ganador fue generoso y dejó a su oponente algo de dinero para la comida. Jack, borracho y enfadado, se lo tomó como un insulto y pretendió marcharse, pero se puso detrás de Wild Bill y le disparó de un solo tiro. La última combinación ganadora de dos ochos y dos ases, que desde entonces se conoce como la Mano del Hombre Muerto, quedó sobre la mesa.